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miércoles, 21 de marzo de 2012

SON MUJERES, PAGAN PENAS DE HASTA 30 AÑOS, AHORA AÑORAN UNA OPORTUNIDAD


Aquí hay reclusas, acusadas por secuestros, asesinatos y daños a la salud, purgan penas de entre 5 y hasta 30 años de prisión, llevan varios años internadas en el Centro de Readaptación Social  (Cereso) Malintzi; por su edad se pensaría que son los mejores años de su vida, pero ellas dicen que son los peores, están entre cuatro paredes que jamás olvidarán.


Constanza Guarneros/agendatlaxcala
El aire más codiciado; mujeres que anhelan regresar a la libertad. Una canción retumba las frías paredes del reclusorio. ¡Quién te habría amado!, son los mejores años de mi vida y estoy en espera del que será mi mejor momento, estar junto a ti”.
   Es la cárcel de mujeres que se ubica en Apizaco.
   18 corazones femeninos, están en el área de las sentenciadas.
   Ahí recuerdan que este mes son festejadas por todos, pero ellas están fuera del discurso oficial, de ellas nadie hace referencia.
   Estas mujeres  no pertenecen a ese selecto club, por el que se desviven las autoridades, candidatos y hasta la mercadotecnia.
   Ellas pagan un delito y por tanto están marcadas por la sociedad. ¡No hay más!
   Sin embargo, comparten algo en común.
   Son mujeres y están dispuestas a ser felices y disfrutar esas bocanadas de aire puro que respiran en un día de visita en el reclusorio.
   Hoy codician esa libertad. Darían todo por volver a caminar en las calles y respirar ese aire de independencia.
   Algunas purgan penas por delitos como secuestros, asesinatos y daños a la salud, pero en el pago a esa deuda que tienen con la sociedad, han sido abusadas sexualmente, sin que puedan proceder por la vía penal, porque para ellas no hay otra aplicación de la justicia, más que la que tienen que pagar.
   Pero hoy están dispuestas a pelear por una oportunidad.
   Hoy sin embargo, anhelan una oportunidad y no equivocarse nuevamente.
   Ellas son ahora protagonistas de la serie. “Mujeres al Desnudo”.

HISTORIAS QUE SE CRUZAN…
    Son reclusas, purgan penas de entre 5 y hasta 30 años de prisión, llevan varios años internadas en el Centro de Readaptación Social  (Cereso) Malintzi; por su edad se pensaría que son los mejores años de su vida, pero ellas dicen que son los peores, están entre cuatro paredes.
   agendatlaxcala logra entrar al reclusorio de incógnito, como cualquier visita y se percata de la forma en que viven las internas.
   El filtro es incómodo, quizá hasta humillante, pero es parte de la normatividad, cualquier visitante se somete a una revisión exhaustiva.
-¡Levántese la blusa!, ordena la guardián, su tono de voz no admite réplicas.
-¡Dele vuelta al sostén, sacúdalo! Su mirada es fulminante.
-¡Ahora descúbrase  todo de la cintura para abajo y haga tres sentadillas sin parar! Manda, su tono es agresivo. Su propósito es vigilar que no se introduzcan drogas al penal.
   Y si así es el trato con los visitantes, todavía con las reclusas es peor, hace unos días las custodias negaron atención a Mónica N. (los nombres que se manejan en este serial son ficticios),
   ¡Sólo se está haciendo, lárguense!”, diría la custodia a quienes se acercaron a ofrecer ayuda.
   Pero si no es por sus compañeras, que le brindaron los primeros auxilios, su salud se hubiera complicado. Mónica N. fue a parar por una noche en el Hospital Regional de Tzompantepec.
   Las reclusas son tratadas con mucha dureza por las custodias y no es para menos, hay quienes están acusadas de secuestro y de asesinato, una de ellas presuntamente mató a un menor de seis años.

EL DÍA DE VISITA
   Es 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, que coincidió con el día de visita, es jueves.  Son 18 las féminas que comparten el área de sentenciadas, algunas incluso son compañeras de dormitorio.
   Por ser el Día Internacional de la Mujer ellas sólo reciben una paleta tutsi pop, la visitaduría de la Comisión Estatal de Derechos  Humanos, así las reconoce.
   Una, dos o tres sillas, según el número de personas que  visita a cada una de ellas y una mesa de plástico blanco aguardan ya en el patio, es jueves día de visita. Una lona cubre el intenso sol, hace calor, pero ellas gozan el momento, no siempre llegan sus familiares y conocidos.
   Carla N. otra reclusa, al igual que otras de sus compañeras ha sido olvidada, lleva tres años sin recibir visitas, es de Oaxaca y de ella ya ni se acuerdan.
   Aquí hay a quienes su necesidad las ha inducido a formar parejas, incuso sentimentales, de nada les ha servido la sal nitro que las autoridades incluyen como ingrediente a  los alimentos para reducir su deseo sexual.
  Así las féminas  se entienden e intentan hacer menos dolorosa su pena.

LA ISLA, NO ES FICCIÓN, ES LA REALIDAD
   Es paso obligado para los visitantes cruzar a un costado de la isla, o la celda de castigo, un espacio de escaso dos metros cuadrados, ahí llegan las internas que cometen alguna falta o presentan un mal comportamiento, en este lugar permanecen de entre 15 y hasta 60 días, según la falta.
   Pareciera que eso se ve sólo en novelas o películas, pero es la realidad de las reclusas, es una forma de someter su rebeldía.
   La isla o “el cuarto de la felicidad”, como lo nombran las internas, es un espacio muy reducido donde sólo cabe una colchoneta y una taza de baño. ¡No hay más!
   En realidad es la celda de castigo, no hay luz, los rayos del sol logran introducirse por una rendija  de menos de 30 centímetros cuadrados, por ahí les ingresan los alimentos.
   Aquí en la cárcel de mujeres llegar a la isla es el peor castigo,  durante el  tiempo que perdura esta pena no se les permite recibir visitas, están incomunicadas, cuidado si alguna de ellas se acerca, porque será igualmente sometida.

EL COBIJAZO, UNA FORMA DE LIDERAZGO
   Mónica N., originaria del municipio de Chiautempan, lleva año y medio en el reclusorio, fue acusada por daños a la salud.
   En octubre del año 2010 cuando ingresa  a ese lugar, donde las cuatro paredes alcanzan los ocho metros de altura, fue víctima de los abusos de todo tipo por parte de quienes en un fuerte dispositivo la aseguraron, pero de eso no habla más.
   Cuando recuerda ese episodio no aguanta y suelta en llanto, su rostro es cubierto por lágrimas que se limpia con sus dedos.
   “Aquí he pasado lo peor de mi vida, no se lo deseo a nadie, fueron tres”, se calla y se rehúsa a hablar más del tema.
    Tras un largo suspiro recobra la charla. A su ingreso dice, vivió depresión, nunca imaginó estar presa, así que su comportamiento era rebelde, reflejaba frustración.
   Ahí se enfrentó con la líder, una reclusa que llevaba varios años interna, para entonces gozaba de privilegios.
   “Me quitaba mis cosas, me empujaba, un día estaba en mi cama, asimilando mi realidad, ella llegó y me tomó por sorpresa, me aventó una cobija y comenzó a golpearme, ese es el famoso cobijazo”. Tampoco era ficticio, era su realidad.
   Rememora, pero su mirada se pierde. “Estaba tan furiosa que cuando logré zafarme de la cobija, desfogué toda mi furia en ella, más le valía no haberse metido conmigo, de esa manera me gané su respeto, pero me costaron dos meses de castigo en la isla”.

AHORA SOY LIBRE Y PIDO UNA OPORTUNIDAD
   Pese a estar encerrada entre las cuatro paredes. Mónica N. se siente libre y se dice liberada, pero de espíritu, aquí encerrada en este espacio ha comprendido quizá su mal comportamiento, “no me quería a mi misma y creo que Dios me está regalando otra oportunidad en vida”.
   Y mientras expresa sus sentimientos, esta mujer de 32 años de edad, añora cariño de su madre, quien en este momento la acompaña.
 ¡Abrázame, papáchame, dame un beso! Le suplica.
   Y recalca, llegué a este lugar para bien, este es un lugar bendito, porque aquí he reflexionado, estoy aprendiendo a escuchar.
    Aquí en el área de las sentenciadas, Mónica N. ha descubierto sus habilidades, además realiza un sinnúmero de manualidades, “cuando salga, voy a producirlas y a venderlas para hacerme cargo de mis cuatro hijos.
   Mónica N. tiene cuatro vástagos, de 14,13, 8 y 2 años de edad, todos de diferente padre, desde que ella ingresó al penal cada uno de ellos vive con sus progenitores, pero la extrañan y cuando tienen oportunidad la visitan.
   Por ellos, Mónica N plasmó en un papel un pensamiento en el que pide una oportunidad, el cual se transcribe.

TE PIDO UNA OPORTUNIDAD
   ¡Oh maestro, ayúdame a cerrar por fin mi círculo, sabes no hay buenos ni malos, sólo humanos que fallamos.
   Perdóname, te pido una oportunidad, sólo una más, sólo una más, no te voy a fallar.
   De las lágrimas mamá que has derramado, cada una suplicaban ¡Basta Ya!
   Y tu fé que es infinita, me ha salvado, aún es tiempo y me niego a fracasar.
   Sé que no eres feliz, pero lo haré por ti, porque aún es tiempo de poder sembrar amor. Sólo pido una oportunidad.

¿QUIÉN ME HABRÍA AMADO?
   A escasos cuatro metros de la mesa de Mónica N. está la de Paula N.  desde las 10 de la mañana, hora en que ingresó su familiar en este día de visita, comenzó con “la bohemia”
   Paula N. tiene más de 50 años, purga una pena de 30 años por el delito de secuestro, ya lleva 13, así que  aprovecha la estancia de su hija para poder interpretar con su guitarra diversas  melodías, pero pone énfasis en las que ella ha compuesto.
   El tema señora, señora de Denis de Calaf es parte del repertorio. “A ti que me diste tu amor y tu espacio, a ti que cargaste en tu vientre dolor y cansancio…”, son frases que roban lágrimas de las ahí presentes, la mayoría son madres que están físicamente lejos, pero a la vez muy cerca de sus hijos.
   Pero hay una melodía que hiere aún más a las internas, todas se identifican con la letra, se trata de una composición de Paula N. para su hija, con sólo escuchar el son musical, se paralizan y luego aplauden intensamente. Hoy se los permiten porque es día de visita.

Después del requinto se escucha.
   ¡Quién te habría amado!, son los mejores años de mi vida y estoy en espera del que será mi mejor momento, estar junto a ti.
   ¡Quién te habría preparado esta noche el café…quién te habría tallado la espalda cuando tú lo pedías, quién te habría abrazado cuando lo necesitabas, quién te habría amado…”.
   Reza la canción que invade con lágrimas los rostros de las internas y de los visitantes, que de algún modo han vivido esa experiencia, porque ellas las internas purgan penas en los mejores años de su vida. Del arrepentimiento sólo ellas lo saben.
   Estas 18 mujeres comparten un anhelo en común. Salir de esas  cuatro paredes. Hoy por lo pronto son mujeres al desnudo.

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